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MONÓLOGO DEL RESENTIDO

Publicado: 2011-01-04

“Vergüenza debería darte aparecer con la nariz arañada y un sucio esparadrapo en la frente. Tu condición de escritor laureado no te da derecho a mofarte de las instituciones tutelares. Tampoco a usar atuendos extravagantes que incitan al desorden público y al desenfreno. Esa raída bufanda solo puede evocar un trasnochado romanticismo.

Sé que cuentas con la incondicional admiración de jóvenes aleladas que te piden autógrafos o te ofrecen sus calculados desmayos, y que tienes también la complicidad de las autoridades policiales que te leen con entusiasmo institucional en lupanares de hiriente colorido.

No tienes idea de cuánto te detesto, sobre todo cuando en los medios de comunicación exhibes con descaro tu melodiosa egolatría, cuando con frases ingeniosas haces polvo a un desprevenido e ignorante periodista.

Pueden parecer pequeños detalles que carecen de real valor o trascendencia, pero para un atormentado insomne como yo, son peores que una pesadilla. No creas que voy a ponerme a lloriquear sobre tu enjuto hombro en busca de consuelo. Si cuento mis padecimientos es solamente para confirmar tu indolencia, al ver cómo, en lugar de un atisbo de humanidad, asoma tu sonrisa burlona que pronto se ha de congelar en un rictus de vampiro

Por ahora, todo el mundo te quiere, desde el primer ministro hasta la ponzoñosa ama de casa que colecciona tus libros. Por las calles la gente te recibe con aplausos, con un escandaloso resonar de tambores, de pitos y flautas. Algunos transeúntes te ofrecen turrón de Doña Pepa, escarapelas o patas de conejo. Presurosos saltimbanquis y lánguidos tragafuegos se esmeran por estrechar tu mano y rendirte pleitesía. Los músicos ambulantes desafinan improvisadas rumbas y pasacalles en tu honor, por no hablar de la furtiva dama que te regala pañuelos bordados con mensajes de candorosa indecencia.

Aunque no lo creas, este maltrecho ciudadano que menosprecias y tratas con hiriente indiferencia te tiene en la mira: Estoy enterado de cada una de tus proezas eróticas que desafían la ley de la gravedad, de tus gestos antipatrióticos, de tu vida desordenada, de tu pullas contra la curva euclidiana, de tu radical rechazo a la hagiografía como forma sutil de taxidermia.

No está lejano el día en que te encausaré públicamente por tus ofensas al más sagrado derecho que tiene todo ser humano: su derecho a la felicidad. Felicidad que solo podré alcanzar cuando te vea caer desde la cresta de la ola, con algunas costillas rotas y con el corazón iluminado por una súbita humildad”.


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Palomilla de ventana

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