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Rosaura, alas y buen viento

Publicado: 2010-08-24

A inicios de los años sesenta llegó a la casa, Rosaura, una joven pero avezada lora que solo hablaba palabrotas. Muy pronto, bajo el católico magisterio de mi abuela Juanita, la procaz lora se transformó en una recatada y beata mascota que rezaba el Padre Nuestro completo y con un énfasis nasal que hacía recordar a Pablo Neruda leyendo sus Veinte poemas de amor… Entusiasmada con las habilidades de la lora, mi abuela quiso enseñarle también el Ave María, pero Rosaura nunca pasó del “Dios te salve María” y con un tonito medio burlón que nos hizo sospechar que era una lora evangelista.

Como nuestra casa colindaba con el local del Partido Aprista y estábamos en tiempos preelectorales teníamos que soportar las machaconas consignas y canciones del APRA. Hasta que un mal día, Rosaura comenzó a chillar con un tono antipático y provocador : “Haya o no Haya, Haya será “, “Víctor Raúl, Presidente”. Pero lo peor vino cuando aprendió a cantar la marsellesa aprista con un fervor que parecía militante pura y sincera. Una lora aprista en la casa resultaba casi una maldición. No olvidemos que el APRA había renegado de su antiimperialismo, había pactado con la derecha y los búfalos actuaban como verdaderas hordas fascistas.

Vinieron las elecciones y como era de esperarse, Haya las ganó y la lora saltaba en una pata festejando con necia voz: ¡Haya, Presidente! ¡ Haya, Presidente! Pero la algarabía muy pronto se acabó porque los militares gorilas dieron un golpe de estado, los tanques tomaron Palacio de Gobierno y también el local aprista. La lora, asustada y tan oportunista como el APRA, dejó de corear las consignas apristas y volvió, como si nada hubiera ocurrido, a sus antiguos rezos.

Pasado el tiempo, mi madre, encariñada con Rosaura, la llevaba todos los veranos a Punta Negra. Un buen día, la lora vio cruzar una bandada de palomas y emprendió vuelo con ellas. De vez en cuando, desde el patio de la casa de Punta Negra, la vemos volar comandando a numerosas palomas que disciplinadamente la siguen:

¡A la derecha, derecha!, ordena en un tono castrense que no le conocíamos.


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Palomilla de ventana

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